por Hernán Felipe Toledo
Hace al menos un par de décadas, las personas exitosas se medían por sus posesiones, o sea, cuantas casas tenían, cuantos autos, cuantas joyas, etc. Muchos habrán escuchado este tipo de conversaciones como algo común entre círculos de empresarios exitosos o personas que simplemente tenían bastante dinero. Esto solía ser la definición tradicional del éxito.
El tiempo ha propiciado cambios en las nuevas generaciones. Las personas que nacieron desde 1980, llamados "Millenials", actualmente tienen otra visión de lo que significa el éxito. Y no se trata de un asunto de principios o un aspecto religioso del que hayan aprendido que lo espiritual o emocional es más importante que lo material, sino simplemente se funda en la propia cultura que ellos han construido, mayormente basada en sus experiencias y gustos personales. Precisamente las experiencias de vivir en un mundo en que el espacio cada vez es más caro, en que las horas cuestan mucho más, o el impacto ambiental de la industria es mayor, han hecho que esta generación sea mucho más práctica que las anteriores.
Los adultos jóvenes de hoy, tienen un percepción de éxito muy distinta a la de sus padres. Antiguamente el tener la casa propia cuanto antes, era sinónimo de éxito, aunque fuera a costa de adquirir una gran deuda. Lo mismo pasaba con los jóvenes de antes. Se consideraban exitosos al comprar un auto, o más de uno.
Hoy en día, tener casa propia o tener auto propio no es sinónimo de éxito, al menos no bajo la cultura de estos millenials. Este nuevo concepto práctico de triunfos no considera la adquisición de bienes, sino más bien la capacidad de vivir experiencias por las cuales estar orgullos. En vez de comprar un auto, quizás es más eficiente y sano, andar en bicicleta e invertir en la creación de un negocio que surja rápido o que sea sustentable en el tiempo. En lugar de comprarse una casa, es más bien visto irse de viaje a estudiar un Máster, o simplemente ir de vacaciones, sumergirse en alguna cultura nueva o aprender un idioma. Ahora, las competencias pesan más que las cosas. Comprar propiedades si bien es meritorio, no evidencia el éxito que esta generación quiere lograr. ¿Por qué comprar un auto, si no lo podré usar todos los días, y existe Uber? ¿Por qué comprar una casa si no quiero amarrarme a un lugar y puedo arrendar?
Cabe señalar que según muchos estudiosos del tema, no es que exista desinterés en adquirir cosas materiales, sino que el abanico de posibilidades para gastar recursos y demostrar éxito, se ha ampliado, dejando un poco de lado lo que es material. En el fondo, destinar recursos económicos en vivencias interesantes, o en estudios o viajes, se ha transformado en la opción número 1.
Y esto viene avalado por datos que expresan la gran movilidad de los adultos jóvenes y profesionales, quienes no viven más de 3 años en un solo lugar, ni duran más de 3 años en un mismo empleo, posición, o rubro.
Thomas Gilovich, profesor de psicología de la Universidad Estatal de San Francisco ha dicho:
“Las cosas nuevas son emocionantes al principio, pero luego nos adaptamos a ellas... Se pueden recompensar dos semanas difíciles con un traje nuevo y una noche de fiesta, pero nuestras mayores inversiones deben ir hacia experiencias que crean recuerdos para toda la vida."
James Hamblin, columnista de The Atlantic, sobre este fenómeno ha declarado:
“Durante la última década, los psicólogos han llevado a cabo una gran cantidad de estudios demostrando que, en términos de felicidad y sensación de bienestar, gastar dinero en nuevas experiencias es mucho más rentable que comprar cosas nuevas. Lo primero trae más alegría.”
Por lo tanto, no es sólo un asunto de lujuria y vanidad, sino también de ser feliz. La nueva generación quiere estar más cómoda sólo si esto implica mayor felicidad y un enriquecimiento social o cultural.
Además, ¿quien no ha probado comprarse algo caro, en cómodas cuotas que a la larga se convierten en una preocupación constante que si no se sabe controlar, termina en estrés? Al ver las cosas desde esta perspectiva, hallamos sentido en que las cosas no traen más placer, ni más éxito, ni más felicidad que las experiencias que aportan al curriculum. Por lo demás, la mayoría de los bienes materiales se desvalorizan en el tiempo, mientras que haber aprovechado el tiempo será una ventaja de riqueza considerable en una evaluación futura.
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